Dios es amor... y no es amado.
Final e inicio.
En 1770 tuvo la inspiración de que su
unión esponsal con Cristo llegaría a su culmen pronto, de que la "tela
del dulce encuentro" pronto se rompería. El 4 de marzo hizo confesión
general y recibió la comunión con especial devoción. El 6 de marzo cayó
desplomada en el claustro mientras iba a su celda, con motivo de un terrible
dolor abdominal. El médico diagnosticó un "cólico doloroso, pero sin
peligro para la vida". Pasó la noche sola, en vela y soportando un
dolor terrible. Al día siguiente sus órganos dejaron de funcionar, se le
practicó una sangría y la sangre brotó casi coagulada. Solo decía "Jesús,
María". No era un cólico, era una peritonitis que, al no ser diagnosticada
correctamente, se la llevó al cielo en menos de 24 horas, el 7 de marzo de
1770, con veinticuatro años. La peritonitis ocasionó una descomposición
prematura del cuerpo, por lo que las monjas pensaron enterrarla sin más, pero
al final la dejaron los tres días acostumbrados, para organizar bien los
funerales de una religiosa tan ejemplar. Y ocurrió lo inesperado, según
avanzaban los días, el cuerpo fue cambiando, deshaciendo la corrupción,
retomando color y suavidad, desapareciendo el terrible olor que despedía.
Tanto así, que el 10
de marzo, parecía que estaba dormida. Luego de los servicios fúnebres, fue sepultada
en el cementerio de la comunidad.
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