DÍA CUARTO
Textos sobre el E. Santo del Bto. M. Eugenio del Niño Jesús
«El Espíritu […] sí sabemos que es el soplo de la
Sabiduría de amor, de la Misericordia infinita, que siente necesidad de
difundirse, que nos ha creado para derramarse en nosotros y arrastrarnos en el
poderoso movimiento y en el torrente de teso-
ros de amor de su vida desbordante. Este soplo es infinitamente
sabio e infinitamente potente. Utiliza todos los recursos de su sabiduría y de su fuerza para cumplir sus eternos designios. […] Nuestra voluntad es demasiado lenta y enfermiza para la
realización de los designios del Espíritu Santo sobre nosotros. […] El soplo
divino se ingeniará por servirse de estas puertas abiertas [los dones del
Espíritu] frente a él, se precipitará en ellas como un torrente, como un “río
caudaloso”, en expresión de la Escritura, para enriquecer al alma sobre
todos sus méritos, sobre todas sus exigencias, no
teniendo en cuenta en ello sino su propia necesidad de entregarse, de
derramarse. Por medio de los dones del Espíritu
Santo, […] invade
Dios el alma, realiza en ella
el querer y el obrar, perfecciona las virtudes, ejerce su acción
progresivamente o de un solo envite, según el modo y medida de su beneplácito»6.
«El Espíritu […] sí sabemos que es el soplo de la
Sabiduría de amor, de la Misericordia infinita, que siente necesidad de
difundirse, que nos ha creado para derramarse en nosotros y arrastrarnos en el
poderoso movimiento y en el torrente de teso-
ros de amor de su vida desbordante. Este soplo es infinitamente
sabio e infinitamente potente. Utiliza todos los recursos de su sabiduría y de su fuerza para cumplir sus eternos designios. […] Nuestra voluntad es demasiado lenta y enfermiza para la
realización de los designios del Espíritu Santo sobre nosotros. […] El soplo
divino se ingeniará por servirse de estas puertas abiertas [los dones del
Espíritu] frente a él, se precipitará en ellas como un torrente, como un “río
caudaloso”, en expresión de la Escritura, para enriquecer al alma sobre
todos sus méritos, sobre todas sus exigencias, no
teniendo en cuenta en ello sino su propia necesidad de entregarse, de
derramarse. Por medio de los dones del Espíritu
Santo, […] invade
Dios el alma, realiza en ella
el querer y el obrar, perfecciona las virtudes, ejerce su acción
progresivamente o de un solo envite, según el modo y medida de su beneplácito»6.
Notas
6 M. Eugenio del Niño Jesús,
Quiero ver a Dios, Ed. El Carmen, Vitoria
1982, 410-411
6 M. Eugenio del Niño Jesús,
Quiero ver a Dios, Ed. El Carmen, Vitoria
1982, 410-411
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