DÍA TERCERO
Texto sobre el Espíritu Santo de Sta M. Magdalena de Pazzi
«El Espíritu es el dispensador de los tesoros que
están en el seno del Padre y el tesorero de los consejos
que se intercambian el Padre y el Verbo. […]. Del seno del Padre extrae el poder con dones más numerosos que las estrellas del cielo. Del
costado del Verbo saca un amor ardiente, más abundante en frutos que la
primavera en flores…. Del corazón del Verbo saca una íntima pureza, más luminosa que un agua limpidísima. […]. Las cataratas del cielo están siempre
abiertas para derramar la gracias, pero nosotros no tenemos abierta la boca del
deseo para recibirla…. Oh, ¡qué abierto
está el cielo para enviarlo! […].
¡Ven, ven, oh Santo Espíritu!... ¡Venga la unión del
Padre, la complacencia del Verbo, la gloria de los ángeles! ¡Tú eres, oh
Espíritu de verdad, premio de los santos,
refrigerio de las almas,
luz de las tinieblas, riqueza
de los pobres, tesoro de los que aman, saciedad de los hambrientos, consuelo de los peregrinos;
tú eres aquel en el que está contenido todo tesoro!» […]. «El Espíritu ha venido
con toda la plenitud de sus dones
y ha entrado en mi corazón... Pero no me basta que descanses solamente en mí: te ruego que te infundas también
en las otras esposas tuyas, elegidas y amadas, y en todas las
demás criaturas...»5
«El Espíritu es el dispensador de los tesoros que
están en el seno del Padre y el tesorero de los consejos
que se intercambian el Padre y el Verbo. […]. Del seno del Padre extrae el poder con dones más numerosos que las estrellas del cielo. Del
costado del Verbo saca un amor ardiente, más abundante en frutos que la
primavera en flores…. Del corazón del Verbo saca una íntima pureza, más luminosa que un agua limpidísima. […]. Las cataratas del cielo están siempre
abiertas para derramar la gracias, pero nosotros no tenemos abierta la boca del
deseo para recibirla…. Oh, ¡qué abierto
está el cielo para enviarlo! […].
¡Ven, ven, oh Santo Espíritu!... ¡Venga la unión del
Padre, la complacencia del Verbo, la gloria de los ángeles! ¡Tú eres, oh
Espíritu de verdad, premio de los santos,
refrigerio de las almas,
luz de las tinieblas, riqueza
de los pobres, tesoro de los que aman, saciedad de los hambrientos, consuelo de los peregrinos;
tú eres aquel en el que está contenido todo tesoro!» […]. «El Espíritu ha venido
con toda la plenitud de sus dones
y ha entrado en mi corazón... Pero no me basta que descanses solamente en mí: te ruego que te infundas también
en las otras esposas tuyas, elegidas y amadas, y en todas las
demás criaturas...»5
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